Geometría sagrada

 

 

Como sabemos, el término Geometría significa literalmente “medida o medición de la tierra. Esta antiquísima disciplina está presente en toda la naturaleza y la encontramos presente también en la estructura íntima de todo lo existente,  desde las moléculas hasta las galaxias. Se trata pues de formas anteriores a la creación humana y de su basamento último.
Sus formas  nos siguen y nos seguirán para siempre, ligando a las inmutables  leyes del universo.
La geometría se encuentra ligada, también, a todo aquello que ha sido creado por las manos del hombre a lo largo de los siglos. Desde tiempos inmemoriales. No en vano durante siglos y siglos  la geometría y sus formas fueron identificadas con una de las ramas más importantes de la Magia.

 

La armonía inherente a la geometría, presente en la obra de Amalia Valdés, se interpretó  en la antigüedad como una de las manifestaciones del Plan Divino en el cual se  fundamenta  el universo y un patrón metafísico que determina todas las manifestaciones de lo físico.

Es importante detenerse en el hecho que, en la historia de la cultura humana, la realidad interna, trascendente a las formas externas, ha permanecido a través del tiempo como la base de las estructuras geométricas  sagradas.

A partir de esta premisa hoy en día es tan vigente construir una obra pictórica de acuerdo a los principios de la geometría sagrada, del mismo modo  como lo fue en el pasado en mundo egipcio, griego, románico, islámico, gótico o renacentista. Nos encontramos pues ante un trabajo de arte que, más allá de su visualidad fresca y contemporánea, es directamente tributaria de un saber que se pierde en las raíces de una necesidad humana. La búsqueda de la proporción y la armonía que ligándose a la Geometría Sagrada se relaciona metafísicamente a una búsqueda de las estructuras íntimas de la materia.

 

Tras los colores vibrantes, presentes en la obra de Valdés, subyacen pues los principios de esta geometría arcana, tal como ocurre en lugares tan diversos y distantes en el tiempo y el espacio como son las pirámides y templos del Antiguo Egipto, los templos mayas, los tabernáculos de Jehová, los zigurat babilonios, las mezquitas islámicas y las catedrales cristianas. Una corriente invisible conecta la obra de esta artista chilena con los principios inmutables de  estas estructuras sagradas que buscan replicar las formas del cosmos .

 

Uno de los principios de la geometría sagrada lo encontramos en la máxima hermética “como es arriba, así es abajo” y también en “aquello que se halla en el pequeño mundo, el microcosmos, refleja lo que se halla en el gran mundo o macrocosmos”. Este principio de correspondencia se halla en la base de todas las ciencias arcanas, donde las formas del universo manifestado se reflejan en el cuerpo y constitución del hombre.

 

Recordemos que cada forma geométrica está investida de un significado simbólico y psicológico, de tal forma que todo trazo geométrico, de esta manera todo aquello ejecutado  por la mano del hombre incorpora  dichos símbolos, deviniendo así en un misterioso camino  para las ideas y conceptos incorporados en la trascendencia de su gestualidad, y que sin excepción todas ellas nos remiten a un origen abisal, allá donde se generan todas las  estructuras naturales, ya sea en el reino orgánico como en el imperio inorgánico. De esta manera, se puede leer la obra de Amalia Valdés como directa  heredera  de una de las manifestaciones mágicas más antiguas del arte, el mismo que en su caso se resignifica drásticamente, sin por eso perder la deuda que mantiene con una fuente antiquísima, mágica y sagrada.

 

Yael Rosenblut

Julio, 2013.