UNA MÉTRICA CELESTIAL
Descubrimos hoy que el arte de la exactitud y la exactitud del arte, consubstanciales e indivisibles entre sí, sumergen sus milimétricos desafíos en un horizonte que está a años luz más lejos en el tiempo, y kilométricamente más cercano a nosotros que la magnífica, socorrida y siempre sorprendente proporción áurea.
Es este hallazgo, la Chacana, una clave, y por tanto llave, que nos autoriza a intentar una interpretación posible y plausible de esta muestra modulable, geométrica y exacta.
Encontramos este rastro en una fugaz pero definitiva aparición, en un bajo pero denso porcentaje de la obra expuesta, donde se vislumbra una deconstrucción intencional de la llamada Cruz Andina, símbolo central y el más antiguo de la cultura mesoamericana.
Esta figura de medidas ineludiblemente perfectas, que aparece tanto en los grabados Chavín, como en los tejidos Wari, en la cerámica Nazca o en bordaduras y estelas de sitios tan misteriosamente antiquísimos como Tiawanaku, nos otorga la pista de una exactitud que veremos repetirse con obsesiva insistencia a lo largo de todos los trabajos expuestos, con la excepción de alguno que intuimos busca justamente descontextualizarnos para resaltar los calces y ajustes, las proporcionalidades móviles, cósmicas y espaciales de MÉTRICA.
Siendo la Chacana un instrumento, una herramienta a la manera de una regla o un compás celestial que liga al hombre con el cosmos, la multipresente Cruz Cuadrada está evidentemente relacionada al culto a la Cruz del Sur y al Pez, los que constituyen la interpretación andina de la Constelación del Camaleón, esos eternos referentes cósmicos que han rutilado y seguirán titilando sobre nosotros por los siglos de los siglos.
Así, mediante unas proporcionalidades sin márgenes de error, bien podemos hipotetizar en esta muestra la presencia de un intento de calce entre el observador y una realidad trascendente, sideral, tan propia de las tradicionales fórmulas de la geometría mágico-sagrada, revisitada y revitalizada y acaso parodiada, en sus elementos íntimos más esenciales.
Otra vez escudriñando en esta hipótesis de la antigüedad revisitada, sorprendentemente nos encontramos con una pieza-eje, también modular y transformable a voluntad: un tótem que se nos configura en este contexto como un Axis Mundi o “eje del mundo”, un símbolo universal y ubicuo en múltiples pueblos antiguos de todo el planeta y ornamento vital en numerosas culturas, que viene a expresar un punto de conexión entre el cielo y la tierra. Es el medio del todo y la marca que permite los comercios materiales y espirituales entre los reinos altos y las zonas bajas habitadas por el hombre. Encontrada en distantes regiones del mundo y adoptando las más diversas y antojadizas formas, Axis Mundi es siempre un ente andrógino, a la vez masculino y femenino: torre, escalera, columna de humo, montaña, árbol sagrado o figura creada para tal efecto. Para el mitólogo Mircea Eliade, “todo microcosmos, toda región inhabitada, tiene un centro; esto es, un lugar que es sagrado por encima de todo”.
Hay pues, subsumidos en este “universo de las medidas perfectas”, de “las métricas exactas” de MÉTRICA, dos reveladoras pistas que la ligan a la búsqueda de la unidad del observador con el Todo. Un Todo que es armonía y cambio perpetuo, y donde los milímetros y aún las formas de medida invisibles al ojo juegan, como han jugado siempre desde la noche del tiempo, un rol ineludible.
Yael Rosenblut
Abril 2016